Identidad y parodia creativa en la época de la imagen del mundo

No quiero leer a Deleuze1

Introducción

Se empuja la pantalla del teléfono móvil para abajo y el feed se actualiza. Este procedimiento, conocido como refresh, actúa como «refuerzo positivo intermitente»: nuevos anclajes nos esperan para refinar y renovar la correlación del contenido con nuestras ansias de machear. Sumidos en incertidumbre, se percibe como si de un tragamonedas se tratase. El algoritmo de las redes sociales nos permite explorar publicaciones especialmente seleccionadas para nosotros; no sólo de forma análoga, sino también predictiva.

Años atrás amplié mi bibliografía de Cortázar y me adentré a la de Pessoa y Camus por continuas recomendaciones de frases en Instagram. Seguramente les habrá sucedido algo semejante. Lo curioso es que, aproximadamente cada diez días, la recomendación viraba, de forma mechada y sutil, a un nuevo autor; no había hastío. Entonces, fue cuando, al hablar con unos amigos, noté que todos habíamos leído, en un rango máximo de dos meses, «Rayuela», «Desasosiegos» y «El mito de Sísifo» o «El extranjero»; disyunción que acaricia al libre albedrío, manteniendo la imagen de una, mínima e insignificante, potencialidad de caso. Pasaron los días y uno de ellos me recomendó leer a Deleuze. YouTube me recomendó ver videos sobre Deleuze. Las noticias me recomendaron noticias sobre Deleuze. Las tiendas virtuales me ofrecían libros con importantes descuentos sobre y de Deleuze. Incluso Deleuze me recomendó leer a Deleuze en sueños y «sobre un vidrio mojado escribí su nombre sin darme cuenta»2. En ese momento, sumido en capricho, dije: «no quiero leer a Deleuze». No leí a Deleuze. Al menos no en esos años y, tampoco, hasta que arribe el libro que compré esta semana. De todas formas, vi videos sobre Deleuze, mis conocidos me hablaron sobre Deleuze y leí libros que nombraban a Deleuze. Rizoma.

A quien le haya sucedido algo similar sabrá que podemos reflexionar acerca de cuán individualizadas son las recomendaciones en las redes sociales en realidad y cómo influyen en nuestra capacidad de acción.

En las siguientes páginas intentaremos aplicar el concepto butleriano de parodia y la contraposición physis/nomos, a la coacción del uso de la tecnología. También abordaremos su influencia en nuestra identidad, la soberanía creativa y la forma en la que percibimos al mundo. Para ello tomaremos como base dos textos: «De la parodia a la política» en El género en disputa de Judith Butler3 y «La época de la imagen del mundo» en Caminos de bosque de Martin Heidegger4.

Parodia

En su obra «El género en disputa», Judith Butler, apoyándose en la performance de drags queens, asevera que las condiciones que posibilitan una afirmación del «yo» proceden de la práctica y operaciones continuas de significación y resignificación. Así, la parodia drag, puede ser comprendida como tal porque, previamente, podemos encontrar su representación en lo cotidiano. Representación que, más adelante, relacionaremos con el concepto de «imagen» siguiendo el texto de Heidegger.

Estas actuaciones cotidianas se encontrarían enmascaradas políticamente como actitudes naturales de determinados géneros que se nos imponen performativamente. La parodia tendría carácter de universal: todos imitaríamos comportamientos que nos darían inteligibilidad social y subjetiva. La identidad, desarrolla Butler, no se significa en un momento concreto ni hay un «yo» anterior o prediscursivo, sino que responde a un proceso de repetición que refuerza determinadas representaciones hegemónicas. Repetición. La identidad es esa práctica cuyo ejercicio continuo hará al sujeto inteligible, impactando en su capacidad e iniciativa de acción. Repetición; acción.

Posteriormente, Preciado realizará una interesante crítica5 a la autora de «El género en disputa», argumentando que se deshace prematuramente del cuerpo, haciendo imposible un análisis crítico sobre el porqué, dichas prácticas, se perciben naturales. Este movimiento, ocultaría la acción de la biopolítica, la estabilización del sexo y género para su consecuente incorporación a la maquinaria de inteligibilidad corporal. Me referiré a esta reflexión de Preciado como «olvido del cuerpo». Continuando con su análisis, el autor español, también sostiene que, la contraposición sexo/género, vívida en el «constructivismo de género» butleriano, efectivizaría la tradicional contraposición cultura/naturaleza y, por extensión, tecnología/naturaleza. Con fines expositivos englobaré estas conceptualizaciones y contraposiciones en nomos y physis.

El «olvido del cuerpo», al desplazar la espacialidad, lleva a Butler a bucear mares cartesianos; la physis se oculta hacia una otredad donde el sistema de sujeción puede obrar sin apuros, normalizándola y evitando que emerja como discontinua o impredecible. Butler dio uno de los últimos martillazos en los grilletes del «yo» colectivo: toda identidad debería resolverse en la continuidad discursiva del individuo. No podemos ignorar el hecho que, dicho desplazamiento, permitiría legitimar ciertos criterios transhumanistas: somos continuidad discursiva, construcciones sociales en un cuerpo que el dominio tecnológico permite manipular a destajo mientras se signifique.

El potencial entendimiento de la identidad como nomos puro, abriría la puerta a una expansión modelable de la physis; la racionalidad como centro de excepcionalidad y discurso, rompería con el entorno para retroalimentarse en sí misma; pliego y repliego, truco y retruco. Se abriría la puerta a la actualización y optimización de un polo discursivo anclado, la explotación de un sistema de relaciones cerradas. El nomos podría, en potencia, ser única apertura, posibilidad absoluta; fríamente calculable.

Considero central la presentación de Butler por su desmenuzamiento riguroso de la continuidad discursiva, facilitando la percepción de dicha sujeción discursiva como pilar de inteligibilidad. Sujeción que sobrelleva una descomposición del individuo en predicción. Sin olvidar las pautas de Preciado, creo encontrar en su teoría aquello que el dominio ha desocultado. El grotesco, que nos sensibiliza sobre la parodia, hace estallar la meta significación donde la physis inyecta su otredad en un nomos pleonéptico que no le basta.

Imagen

En su texto «La época de la imagen del mundo», Heidegger nos invita a reflexionar sobre el giro radical, en cuanto al entendimiento del mundo, que se produce en la Modernidad y el impacto que tuvo, entre otros dispositivos, en las ciencias. Para que podamos concebir la radicalidad del giro, voy a permitirme un breve relato no exhaustivo.

Los pensadores de la antigüedad se comprendían dentro y determinados por la realidad. Ya como hijos, ya como microcosmos, el ser humano era parte de la madre naturaleza. La verdad, partiendo desde esa determinación dada por lo presente, era buscada y, se encontraba, en el mundo; en aquello que se muestra. Tras la aparición del concepto de persona en el Medioevo, el ser humano comenzará, poco a poco, a hacer de la naturaleza, un otro. La brecha se abrirá un poco más en el Renacimiento tras el reconocimiento del espacio tridimensional y la cuantificación de la naturaleza. Finalmente, aquello que recorrió subrepticiamente el pensamiento humano de esos siglos, se dejará ver en la Modernidad: será en consecuencia del programa cartesiano que el mundo se vuelve objeto.

Entonces, lo conocido partirá desde una representación determinada por un sujeto que ya no se pregunta qué son las cosas o que es la realidad, sino, de que puede estar seguro. La duda cartesiana lleva grabada, constitutivamente, un cambio en el concepto de verdad que, desde entonces, se articulará con el de certeza. La preocupación de la res cogitans, único subjetum evidente a partir de su duda misma y estremecido por una realidad promiscua, será abolir el error. Toda realidad pasará a ser referida al sujeto; una subjetividad en busca de una objetividad clara y distinta.

En el texto en cuestión, Heidegger nos lleva a recorrer el camino que referencia al objeto con el sujeto y la verdad con la certeza. Su «imagen del mundo» no es una copia, sino, una representación constructiva; un medio por el cual traemos al mundo, como opuesto, hacia nosotros. La época de la imagen del mundo es una época en la cual el mundo se aprehende como imagen; época donde la otredad no es tan otra, sino referenciada y apropiada en y por el sujeto; época donde la posición del ser humano se asimila como «visión del mundo».

Profundizando su análisis, Heidegger focaliza en la retroalimentación y el fortalecimiento entre una nueva concepción de ciencia y el marco anteriormente descripto. La ciencia se torna un proceso, esencialmente de investigación, que, mientras se ejerce, se construye; pliego y repliego, truco y retruco. Uno de los requerimientos de este proceso es la «suposición de la ley»: aquello que se percibe como constante en el cambio y nos permitirá la explicación, la proyección de lo desconocido en lo conocido y su posterior experimento. Repetición.

La investigación, mientras se genera y regenera tal Wolverine, deberá reconocer como y hasta qué punto el objeto de estudio se articulará en la representación, cuan dispuesto se presenta para con ella: «cuanto más completa y absolutamente esté disponible el mundo en tanto que mundo conquistado, tanto más objetivo aparecerá el objeto» (Heidegger, 2010, pp. 76).

La objetividad gana nitidez en la especialización, en la proyección finamente seleccionada de determinados sectores de objetos. Cuanto más nítido sea el cristal por el que miramos, más sencilla será la movilidad y continuidad del sistema de investigación en conjunto. Heidegger cambia de lente una vez más y centra la escena en el cálculo: «la investigación dispone de lo ente cuando consigue calcularlo por adelantado en su futuro transcurso o calcularlo a posteriori como pasado» (2010, págs. 71-72). Aprendizaje. El ente, tras perder su ser en merced de la representación, colmará su vacío en un valor asignado. Lo óntico pierde relevancia en mor de su aprehensión anticipadora. Predicción.

En 1955, como parte de los actos conmemorativos del 175º aniversario del natalicio de Conradin Kreutzer, Heidegger dará un discurso conocido, para la posteridad, como «Serenidad». En él, indaga sobre la era atómica, el avasallamiento de la técnica, el futuro y dos tipos de pensamiento: el calculador y el meditativo. El peligro, sentencia Heidegger, va más allá de las bombas. El peligro real reside en que, el pensar calculador, quede como único pensar. El pensar calculador no necesariamente se refiere a cuentas o números, sino a aquel que va de pensamiento en pensamiento, de cálculo en cálculo, sin reflexionar.

Considero a la imagen del mundo la cohesión sistémica de lo dominante, una estructura que representa la realidad mediada por continuidades repetitivas que la hace inteligible. Un sistema que permanece cerrado, donde, en palabras de Heidegger, el investigador reemplaza al sabio y los editores deciden qué libro hay que escribir (2010, pp. 70). Percibo un sistema donde el nomos puro se apropia de la escena.

Creo poder continuar cierta advertencia de Heidegger hacia la interpretación dada de Preciado y Butler, sobre un puro nomos donde el cálculo reemplaza al ser y a la physis. Aquello que no puede ser calculado, se oculta. Lo indeterminado, lo impredecible e inabarcable, como espacio donde lo physis supera al nomos, se silencia. En la construcción continua del mundo, la hegemonía y, con ella, la identidad hegemónica, es tan parodia como cualquier otra. En este contexto, siendo parte del mundo, el sujeto, su identidad, su rendimiento y pasiones, serán calculables.

Aprendizaje

Si realizamos una búsqueda rápida en Internet sobre el tema o, simplemente, lo deducimos de su nombre, podemos definir, más pronto que mal, a la inteligencia artificial (IA) como una tecnología que intenta imitar o automatizar habilidades humanas. Sin dudas, en los últimos años, los procesos de investigación y predicción se han acelerado exponencialmente gracias a su uso, consiguiendo logros impensados que han salvado y mejorado notablemente la calidad de vida de muchos seres humanos.

Uno de los principales campos de la IA es el aprendizaje automático o machine learning (ML)6. En él, si tomamos a la artificialidad como otro, se invierte el concepto trabajado por Heidegger, donde, según el autor, la conquista de los diferentes sectores de objetos no se limita a acumular resultados. En ML, la acumulación de resultados, en este caso expresados como datos o información, es esencial para que se pueda dar el siguiente paso: la construcción de modelos de forma automatizada.

En ML se brindan datos a una IA que servirán de entrenamiento en la búsqueda de patrones. Luego, esos patrones encontrados se comprobarán en nuevos datos para, en el caso de conseguir un porcentaje alto de acierto, ser reutilizado en otros conjuntos de datos. El proceso puede llevar minutos y, en cada etapa, la IA aprende, teniendo la posibilidad de continuar optimizando su rendimiento.

En el documental «The Social Dilemma», estrenado en la plataforma de Netflix a principio de 2020, Tristan Harris, exdiseñador ético de Google y actual presidente del «Center for Humane Technology», define el funcionamiento del ML de la siguiente manera: «[se apunta] estos motores de inteligencia artificial para reaprender lo que nos provoca una respuesta; es como estimular las células nerviosas de una araña para ver qué hace que sus patas se muevan» (Orlowski, 2020).

El experimento es buscar las fibras que producen reacción; el experimento, pienso, es saber hasta qué punto se pueden estimular ciertas fibras sin romper la continuidad de la «imagen del mundo» mientras se automatizan virajes, potencialmente, preestablecidos sutilmente.

Teniendo en cuenta el actuar de estas nuevas ciencias, vemos que ya no es estrictamente necesaria una ciencia donde se deba ser explícito ni tener una «suposición de ley» definida. El proceso se comienza a asemejar a una caja negra donde ingresan y salen datos. De cumplir con la capacidad de acertar, podrán ser tomados como válidos.

La validez calculada, tal vez efímera, reemplaza a la verdad imperecedera. La certeza de validez muta, iterativamente, en una mejor versión de sí misma. Repetición, pliego y repliego, truco y retruco. Regocijo cartesiano. La verdad se encuentra, no ya en el mundo ni en la imagen que tenemos de él, sino en relaciones que siquiera necesitamos percibir para adoptarlas como tal a priori y, en ocasiones, tampoco a posteriori. La verdad de la era digital es una verdad de decimales, muchos decimales, los decimales que hagan falta y el double en sus 64 bits pueda abarcar.

La aceleración de la predicción ha sido tal que, hoy en día, se puede aplicar on demand y en tiempo real gracias a los modelos generados, principalmente por el ML. Podemos ejemplificar con la reciente investigación llevada a cabo por DeepMind7, donde han logrado predecir la estructura de casi la totalidad de proteínas que forman nuestro cuerpo. En 1969, el biólogo molecular Cyrus Levinthal8 calculó que se necesitarían unos 14.000 millones de años para llegar a un resultado semejante. A DeepMind le ha tomado minutos.

No olvidemos el pliego y repliego: los resultados obtenidos, podrán ser el inicio de una posible optimización o, porque no, reutilizados en la conquista de nuevos sectores de objetos científicos. La flexibilidad del código permite su reutilización sin pausa ni mayores inconvenientes. Veo en el aprendizaje automático el ápice de la investigación que Heidegger describió e increpó en su «La época de la imagen del mundo».

Datos

Ahora, conociendo los caminos por donde transitan algunas de las nuevas tecnologías, podemos avanzar sobre otros aspectos que nos llevarán a comprender la unión de lo desarrollado hasta el momento.

Durante años, nuestros dispositivos móviles y computadoras con o sin acceso a Internet, las redes sociales y prácticamente todos los sitios webs que visitamos, han recolectado datos sobre usos y costumbres, en ocasiones, aquellos categorizados como sensibles. En un comienzo, podríamos afirmar, sin un fin concreto, tal vez sin percatarse de ello o, al menos, sin comprender el alcance que esto tendría en un futuro.

La magnitud de información fue tal que se comenzó una caza de relaciones cruzadas. La búsqueda del «aleteo de las alas de una mariposa»9, imperceptible, que, desde su sutileza, impacta al otro lado del mundo, sería y continúa siendo el oro al final del arco iris. Corporaciones y universidad de primera línea, entre ellas, IBM, Microsoft, BID, MIT y Harvard, pusieron en el centro de atención a la Ciencia de datos, ofreciendo capacitación gratuita, disponible de forma virtual. Los puestos de trabajos freelance o home office a nivel global comenzaron a ser una realidad. Los medios más prestigiosos del mundo y organismos oficiales hacían campaña para sumar profesionales en el sector. En 2012, Harvard Business Review, realizó una publicación con el sugestivo título: «Científico de datos: la profesión más sexy del Siglo XXI»10. Artículo que volvería año tras años hasta nuestros días. Repetición.

Para dimensionar de lo que estamos hablando, solo en 2019 se podrían haber recolectado, potencialmente, información de unos 4.100 millones usuarios de internet11. Como vimos, fue mucho antes que las compañías y, posteriormente, los gobiernos, comprendieron la importancia de ese océano de información que se abría inesperadamente ante sus ojos como las aguas del mar Rojo a Moisés. Milagroso atajo que cada uno de nosotros donamos sin terminar de comprenderlo.

En muy pocos años estas técnicas han madurado formidablemente, mediando a diario entre nosotros y las acciones que llevamos directamente en nuestros dispositivos o que estos sirven de canal o herramienta. Toda sugerencia y contenido que se nos muestra en Google, YouTube, Facebook o Instagram, entre otros, son personalizadas según nuestro modelo de usuario.

La optimización predictiva no incumbe solo a las ciencias exactas, sino también a las ciencias sociales y del comportamiento: las empresas tecnológicas, además de encontrar relaciones de expansión de aquello que nos gusta, también pueden encontrar relaciones medias que podrían guiarnos a aceptar nuevos gustos.

La metáfora «hombre-máquina», tal y como reflexiona Sibila en «El hombre postorgánico»12, cede su lugar al «hombre-información»: hasta el más íntimo rincón de nuestra physis, el ADN, se concibe como imagen calculable en una cadena informática de 0 y 1. Persona, physis, identidad, lo ente, mundo e imagen, se reducen a un verdadero (1) o falso (0) que, encadenado, nos devuelve un valor que condiciona su acción e inteligibilidad. La realidad y su concepción vuelve a cambiar; el nomos se purifica y expande sin límites. Pliego y repliego, truco y retruco.

Hemos continuado el camino que tanto rebatía Heidegger en su obra como tal Eco en Narciso. El ser humano, con su máxima expresión en el transhumanismo, se ha enamorado de su Imagen y está pronta a caer en el espejo líquido. Lo útil, ese algo que sirve-para, nos ha sujetado e invertido la posición sin que nos demos o queramos dar cuenta de ello.

Según la definición heideggeriana, lo útil se define en un plexo de relaciones que incluyen lo producido y el para-quién. Lo útil, carece de sentido en sí, necesita ser referenciado. Si pensamos a las redes sociales como una herramienta de la cual nos servimos, estamos equivocados. Somos los usuarios quienes, brindando nuestro comportamiento traducido en datos, ayudamos a construir modelos de predicción cada vez más precisos.

Modelos

Retomando el último apartado, considero que, en el plexo de relaciones digitales, podemos entender al usuario como lo útil y, a su modelo digital, como la construcción transparente de la parodia de significaciones y resignificaciones que nos hará inteligibles. Un upgrade del viejo arquetipo diseñado de forma pormenorizada; volátil, claro y distinto, en extremo calculado.

La era digital ha llevado la coacción a niveles tan sutiles y personales de manipulación que consiguen someternos a gusto. Todos leímos a Deleuze. Distinguir que elección es propia y cuál de un algoritmo, puede tornarse una tarea imposible, inviable y frívola. La amplitud que da el modelo de predicción abre nuestra capacidad de acción y elección. En un mundo de extrema amplitud predictiva, lo considerado diferente, deja de ser motivo de exclusión mientras se signifique o modele.

Guillaume Chaslot, exingeniero de YouTube que trabajó en su algoritmo de recomendaciones, declaró: «La gente cree que el algoritmo está diseñado para darles lo que realmente quieren, pero no es así. El algoritmo intenta encontrar algunos puntos que son muy poderosos, y cuál es el más cercano a tus intereses. Si comienzas a ver algunos de esos videos, te lo recomendará una y otra vez» (Orlowski, 2020).

El punto, tal vez, sea que no hay individualidad, solo sometimiento que, cuanto más se individualiza, más extremo se hace. En este pliego y repliego, la individualización extrema, el «solo para mí», el «olvido del cuerpo», nos escinde de la physis, de lo espacial como campo de acción real. La customización nos hace parte de grupos de individualidades sometidas según variables determinadas. No es un colectivo, son públicos segmentados. Al menos así lo llamábamos en los departamentos de Marketing.

Butler nos escribe: «El lenguaje de apropiación, instrumentalidad y distanciamiento bien aceptado en el modo epistemológico también corresponde a una táctica de dominación que enfrenta al ‘yo’ contra el ‘Otro’ y, una vez que se realiza esa separación, produce un conjunto artificial de preguntas acerca de la cognoscibilidad y recuperabilidad de ese Otro» (Butler, 2016, pp. 280).

Esta separación del «yo contra el otro» nos podría conducir a la justificación de la «mentira noble»13; cría del nomos y siempre anterior al «yo», espejismo de individualidad apropiadora cartesiana; mirada de Narciso desconociendo su physis. En nuestras almas no hay metales. La segmentación fue llevada a cabo por la optimización en la utilización de recursos. Somos lo útil.

Como podemos deducir de lo expuesto, por cuestiones de continuidades, descifrar la coacción, será, irremediablemente, posterior. Estar conscientes de este ejercicio, al menos parcialmente y sin despegar la vista del «yo», nos conducen a cierta «servidumbre voluntaria»14.

La identidad del individuo se funde y confunde con las profecías de la maquinaria predictiva; hoy, en tiempo real. La optimización significativa ha logrado la sumisión de un individuo que se auto explota obedeciendo a identidades sutilmente sugeridas. Solo reconociendo la sujeción podemos ampliar nuestra capacidad de acción. La trampa del pliego y repliego, tras el truco y retruco, grita «quiero vale cuatro»: la subversión ampliatoria de posibilidades se torna exageración de la parodia que, en su mismo aparecer, mejora el algoritmo predictivo.

Creativos

En la era digital, gran parte de nuestra inteligibilidad como individuos se construye, justamente, en las continuidades digitales. No hay necesidad de tener contacto con ellas. La inteligibilidad no solo se refiere a la identidad como parte de o el consumo de productos o identidades. La inteligibilidad también impacta en nosotros como productores de dichas continuidades que luego coaccionan a la comunidad toda.

Nuestra labor de producción, tal y como sucede con la investigación, necesita la proyección de lo desconocido en lo conocido para iluminar nuevos sectores de objetos. Pero: ¿podemos hablar de propiedad en nuestras creaciones? ¿Cuánto hay en ellas de nuestro consumo segmentando y la demanda algorítmica que las hará inteligibles? ¿Cuánto de aquel editor seleccionando los libros que se habrán de escribir?

La masificación de las producciones digitales nos muestra, patente, el mecanismo por el cual terminamos parodiando continuidades de inteligibilidad. Con solo entrar en YouTube nos encontraremos con videos de reacciones a videos de reacciones. Mamushka de recuadros en nuestra pantalla que se expanden hacia la physis. Tik Tok explota y nos entrena en la parodia sin miramientos. Repetición. Mucha repetición. Control + V; copy paste. El cálculo de inteligibilidad se da posteo a posteo y no distingue creación de exposición. La exposición se torna creación. Tal vez siempre fue así. Nuestra inteligibilidad, más en los nativos digitales, se mide en likes mediados por un algoritmo. Llegamos a la era de la parodia creativa en la época de la imagen del mundo.

La aceleración de los horizontes creativos crea tendencias que se esfuman en días: YouTube fue lanzada en 2005 e Instagram en 2010; el «ayer» se siente «del siglo pasado». Lo que hubiera llevado millones de años, DeepMind lo hace en minutos. La visibilidad de los hiperobjetos de Morton15 podría encontrarse a la vuelta de la esquina. Las estructuras de dominación comienzan a verse como gigantes en el horizonte; la esperanza de reconocerlos molinos en mediano plazo no es vana ni banal. Romanticismo; nos robaron la poesía. La rima se calcula.

Aturdirse ante este escenario no es la intención de lo desarrollado. Mis hijas dicen «apaga la puerta» o «tildá» cuando estoy hablando y quieren hacer una acotación. El discurso digital se adueña de la physis y abre nuevos campos de acción. L-Gante canta el abecedario y se replica en aprendizaje16. Vivimos en una imagen del mundo hiperconectada que podemos moldear; a fin de cuentas, somos útiles de predicción.

Maquiavelo, en su Príncipe17, habla del par virtù-fortuna donde, la virtù, puede mitigar los estragos de la fortuna, de lo impredecible; movimiento constante, los cambios en las pasiones comunes e individuales. El nomos no es solo del dominio. Replegarse en el aturdimiento es renegar de nuestra responsabilidad creativa, de nuestra physis haciendo estragos en la virtù del dominio. Cierta es la tensión heraclítea entre las estructuras de coacción y los individuos. Tensión que aún no puede ser resuelta y quizás nunca pueda serlo. Pero, que hoy, con las nuevas tecnologías, se encuentra en condición ístmica.

Como especie de tantas, nos encontramos ante emergencias que nos interpelan con pronta respuesta. Siglos de explotación y apropiación de la otredad está devastando la physis en cuanto a mundo. Arremeter en la dirección de una imagen fijada, de un modelo calculado desde un pliegue que se repliega, negando aquello que el nomos no puede abarcar, sabe a decadencia.

La flexibilización y docilidad que hemos ganado en nuestra construcción de individuos se debe, tanto a una sujeción más sofisticada del sistema, como a la flexibilización del mismo sistema de significaciones. Cuando el «yo» se construye, su artificialidad no reside en nuestra individualidad, siquiera en el sistema ni la voluntariedad de servidumbre per se, sino en la mediación con lo otro. Podemos encontrar a autores que, desde la tan necesaria definición de otredad, nos definen como conjunto, estructura o malla de relaciones comunitarias. Levinas nos habla del rostro. Creo que ese es el camino.

Conclusión

Veo al «constructivismo de género» de Butler como la secuela en el individuo de lo que Heidegger desarrolló en su texto «La época de la imagen del mundo». Butler nos abre la identidad como «imagen» y, con ello, una representación que podrá ser calculada.

La maduración de tecnologías como el machine learning, permitirían, tomando como base su representación o modelo digital, una precisión apabullante y en tiempo real, no solo en cuanto a predicción actitudinal, sino también en sutiles estímulos o sugerencias que podrían impactar y dirigir nuestra capacidad de acción e inteligibilidad.

Tampoco es menor el hecho de que, la apertura dada por el constructivismo y su «olvido del cuerpo», abre caminos al transhumanismo para extremar el nomos sobre la physis, cerrando su posibilidad de mostrarse de forma discontinua.

Comprender la identidad y la individualidad como contraposición de una otredad que nos excede y que necesariamente debe ser, nos permitirían aceptar la tensión entre las estructuras de coacción y el «yo» para un actuar comunitario. Las emergencias que nos interpelan como especie, resultado de siglos de explotación de dicha otredad apropiada, nos lo exige.  

Bibliografía

Butler, J. (2016). El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós Ibérica.

Heidegger, M. (2010). Caminos de bosque. Madrid: Alianza Ed.

Orlowski, J. (Dirección). (2020). The Social Dilemma [Película].


Notas

  1. Monografía presentada en julio de 2021 como examen final de la asignatura «Antropología Filosófica» perteneciente a la Licenciatura en Filosofía de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina). Profesor Titular: Rodrigo S. Braicovich. Auxiliar: Claudia N. González.
  2. Dennis, S. (1994). Sobre un vidrio mojado [Canción]. En Natural. EMI Odeón. | Escuchar online.
  3. Butler, J. (2019). El género en disputa, pp. 277-288. Buenos Aires, Paidós.
  4. Heidegger, M. (2010). Caminos de bosque, pp. 63-90. Madrid, Alianza Ed.
  5. Preciado, P. B. (2002). Manifiesto contrasexual, pp. 73-76. Madrid, Opera Prima.
  6. Podemos encontrar en el sitio web de IBM un panorama general sobre el tema [enlace].
  7. Ansede, M. (22 de julio de 2021). «La inteligencia artificial revela la forma de los ladrillos básicos de la vida y abre una nueva era en la ciencia»,El País, España. [enlace] | Hilo de tweets de la cuenta oficial de DeepMind [enlace].
  8. Íbidem.
  9. «El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo» es un proverbio chino que se suele utilizar como concepto en la Teoría del caos. Como breve introducción se puede visitar su página en Wikipedia. [enlace]
  10. Davenport, T.H. y Patil, D.J. (octubre 2012). «Data Scientist: The Sexiest Job of the 21st Century», Harvard Business Review 90, no. 10, pp. 70-76, EEUU. [enlace]
  11. Fernández, R. (enero 2020). «Número de usuarios de Internet en el mundo entre 2005 hasta 2019», Statista.com [enlace]
  12. Sibilia, P. (2005). El hombre postorgánico, Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales, pp. 73-76. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
  13. Platón, La República, III, 389b-c.
  14. La Boétie, È. de. (2014). El Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Buenos Aires, Colihue.
  15. Morton, T. (2018). Hiperobjetos, Filosofía y ecología después del fin del mundo. Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
  16. Infobae. (13 de julio de 2021). «L-Gante lanzó una canción para que los niños aprendan el abecedario y se volvió viral»,Infobae, Argentina. [enlace]
  17. Maquiavelo, N. (2011). El Príncipe, pp. 83-85. Madrid, Gredos.