Ensayo distinguido con una de las menciones especiales del «Segundo Concurso de Ensayos Filosóficos 2022», organizado por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina) en septiembre de 2022, en las que se destacó, particularmente, el valor de la audacia de para sostener una lectura crítica y personal2.
Devolución del jurado, modalidad referato doble ciego:
“Digitalización y proporción de interferencias”. El escrito plantea una relación original entre ideas clásicas de la filosofía y cuestiones contemporáneas sobre lo digital. Valoramos el esfuerzo de conciliar dos perspectivas y dos retóricas aparentemente distantes entre sí. El trabajo abre un campo y un enfoque propio que nos resulta muy interesante y prometedor
En el siguiente texto intentaremos tejer relaciones entre los supuestos «Primeros principios» platónicos y su concepto de participación, con conceptos actuales como redes neuronales, procesamiento digital y técnica. Para ello, en más de una ocasión, seremos guiados por el filósofo francés Gilbert Simondon. Creo que será necesario recalcar que trataremos al tema desde un enfoque heurístico o creativo más que académico.
Según testimonios indirectos, Platón habría desarrollado una teoría acerca de los mencionados «Primeros principios» solo trasmitida de forma oral. Estas enseñanzas son conocidas como ágrapha dógmata o, justamente, doctrinas no escritas. Será el puño de Aristóteles el que nos hable de ella, así como comentaristas o doxógrafos que suelen evocarla a través de la célebremente discutida conferencia o curso «Sobre el Bien». En ella, según palabras de Aristóxeno, los asistentes se sintieron decepcionados, ya que esperaban escuchar acerca de «bienes humanos» y la misma trataba de «matemáticas, tanto de números, geometría y astronomía» (Román Alcalá, 1999).
En este breve espacio no nos vamos a centrar en interesantes debates sobre autoría, oralidad, escritura, demiurgos, Tubinga, exoterismo, esoterismo o legitimidades académicas. Vamos a ocuparnos de analizar aquello contra lo que parece pelear, mayormente, Aristóteles y otros, como Jenócrates, intentan explicar.
Eggers Lan ha realizado una excelente antología llamada «Selección de textos para la discusión sobre las enseñanzas orales» (1993) que será de mucha utilidad para nuestro análisis o, al menos, su introducción. El ítem 18, nos propone la letra de Alejandro, en lo que considero, una interesante depuración sobre el tema: Platón, tal como los pitagóricos, concebía lo primero y no-compuesto como principio. Por ello, en la progresión geométrica de punto, línea, plano y cuerpo, el punto, al ser anterior a los otros y absolutamente no compuesto, sería un principio. Sin embargo, escribe: «al punto lo llamaban unidad» y las unidades, son números. Entonces, los Números serían los principios. El desarrollo continúa: según Platón, las Ideas son primeras que las cosas que existen, ergo, las «Ideas son números». Finalmente, los principios del número y de las Ideas, son (o deberían) ser los mismos (pág. 181).
Estos primeros principios en común entre el número y las Ideas serían «lo Uno» y la «Diada indefinida» (o de lo grande y lo pequeño). Podemos encontrar una breve reseña sobre ellos en el capítulo 6 del libro I de Metafísica, donde, Aristóteles, bajo su lupa, analiza la doctrina de Platón, afirmando que, este,
se sirve únicamente de dos causas, el qué-es y la materia (en efecto, las Ideas son las causas del qué-es de las demás cosas, y lo Uno, a su vez, del qué-es de las Ideas), y <a la pregunta sobre> cuál es la materia entendida como el sujeto del cual se predican las Ideas en el caso de las cosas sensibles, y del cual se predica lo Uno en el caso de las Ideas, <responde> que es la Diada, lo Grande y lo Pequeño.
(Aristóteles, Met. I,6, 988a8-15)
Entonces, en clave aristotélica, podríamos interpretar a lo Uno como principio que da forma, unidad y límite y a la Diada como principio indeterminado que recibe dicha forma, progresando tanto hacia lo grande como lo pequeño; causa de multiplicidad. La Diada participaría en dos instancias: primero será materia o sujeto de cambio que lo Uno definirá en Ideas y, luego, será materia de las cosas sensibles. Reale interpretará que nos encontramos con dos niveles distintos de fundamentación, dos planos sucesivos (Tonelli, 2011, pág. 3). Personalmente, creo posible interpretar que la Diada mediaría, como sujeto de proporción o analogía, en la comunicación o accesos, entre lo Uno, las Ideas y las cosas sensibles. Mercedes Iglesias (1994) desarrolla una interpretación similar en cuanto a las Ideas y lo sensible con el concepto de participación: con él, Platón, intentaría una vía intermedia entre el ser y el no-ser que le permita excluir la radicalidad de los absolutos parmenídeos, sirviendo, así, como acceso relativo al ser.
Finalmente, Aristóteles atribuiría como una innovación platónica el concebir a lo ilimitado compuesto por lo grande y lo pequeño en vez de ser uno, así como situar a los números fuera de lo sensible: las realidades matemáticas, dice, se encontrarían entre las Ideas y lo sensible. Esto último, según la apreciación del autor, porque, a diferencia de los pitagóricos y por su conocimiento de la dialéctica, mantuvo su investigación al nivel de los conceptos o logikos en lugar de physikos. Simplicio aportaría cierta claridad al decir que, el número, que es uno y determinado, participa de lo Uno, pero en cuanto se divide y es múltiple, participaría de la diada indefinida. Toda idea participa, necesariamente, para su inteligibilidad, de lo uno. Recordemos que hablamos del 2, 3, 4 o cualquier número como ente, no como la cantidad que representan. Finalmente, la distinción entre la imitación pitagóricas y la participación platónica, remarcada sarcásticamente por Aristóteles – «Platón se limitó a un cambio de palabra», (Metafísica, págs. 90, 987b10) -, será fundamental.
En El modo de existencia de los objetos técnicos (MEOT) (2018), Simondon plantea que el número de las ciencias parecería ser de origen religioso. El filósofo francés dirá que, comportándose como estructuras, permite la relación de participación: captando una realidad particular en su referencia al conjunto. El pensamiento que utiliza los números sería esencialmente contemplativo: no quiere contar o medir a los seres, sino relacionarlos con la totalidad del mundo. Esta conceptualización, siempre según el mencionado autor, sería heredada del pensamiento religioso, que buscaba captar las realidades figurales universales para conservar una integridad preexistente a toda acción particular. Respeto de lo real en tanto totalidad que nos supera infinitamente, no a una acumulación inductiva de realidad de fondos locales (Simondon, 2018, págs. 225-227). En La República, Sócrates remarca a Glaucón la oposición del «número platónico» al de los comerciantes: no se debe hacer servir al número en compras y ventas; el número debe emplearse para conocer y no para comerciar (págs. 234, 525d-e).
Pasando al segundo principio, la Diada de lo grande y lo pequeño, creo posible interpretarlo como una suerte de materia lógica donde se registran las proporciones o analogías que efectúan una comunicación bidireccional entre los conceptos y lo sensible. Podríamos pensar a las Ideas y los números como elementos y estructuras que permean la traslación o traducción de dichas proporciones en dos niveles o movimientos epistemológicos: «horizontalmente», dentro de lo inteligible, y en su apertura «hacia» lo sensible. Las comillas se deben a que, más que para su planteo, no creo que sean del todo pertinentes las referencias espaciales y temporales. Sería mejor considerar estos movimientos como los de la luz que, al cambiar de medio, cambia su velocidad sin desaceleración ni aceleración.
Prescindir de una conceptualización de lo ilimitado como uno (o no-Uno), sería la piedra angular para cualquier tipo de conocimiento acumulativo. Así, lo ilimitado se convertirá en una cuenta a futuro, una predicción a cuenta; un haber. El acceso relativo a lo Uno desde la Diada se comportaría como la manifestación de un desfasamiento epistemológico, constitutivo y necesario, ante una identidad absoluta imposible de sostener. Las relaciones tempo espaciales, el día, la noche, la siembra, la cosecha, incluso los supuestos dioses de los bueyes de Jenófanes nos enfrentan desde su incontrastable manifestación. Podríamos asociar este desfasamiento con la posible ruptura en la relación figura fondo, desarrollada por Simondon, tras una supuesta unidad mágica primitiva (2018, págs. 180-187). El Principio de complementariedad nos asedia.
Podemos encontrar más pautas de esta ruptura a través de paradojas: si la ignorancia se muestra absoluta no podemos ignorarla. Si la duda se muestra absoluta no podemos dudarla. En algún punto de la red epistemología Sócrates y Descartes se entrelazan. La tensión binaria se manifiesta en extremos de activación recíproca; los extremos manifiestan la resolución primitiva de una tensión continua. El no-ser podría ser un absurdo necesario, ergo constitutivo, por la fe en la existencia (del ser).
En pintura, para oscurecer al color rojo deberíamos usar el color verde. Éste provoca la inhibición de su onda. Un rojo absoluto inhibe absolutamente la manifestación del verde: el verde se vuelve infinito, se revuelve a un uno ilimitado; ápeiron, inaccesible. Como en cuántica, una varianza 0, hace que no podamos conocer en absoluto al valor que se encuentra en tensión con él. Luego, usar el negro para oscurecer el color rojo podría interpretarse como una intervención que violenta su proporción reflexiva. Relación paródica, absurda y extrema que inhibe la manifestación general de las ondas, legitimada en la percepción. La relación se resuelve en éxtasis, pleonexía que pone fuera de sí mismo a lo participante; la técnica, por momentos, parecería forzar proporciones de participación. Aristóteles escribía, con cierta mofa, que los pitagóricos afirmaban que eran diez los cuerpos celestes basándose en la creencia de la perfección de dicho número (Metafísica, págs. 84, 986a10). Platón desplazó a los números de lo sensible. Hoy los descubrimientos teóricos fundamentados pueden ser nobeles. Marco; polo. En Hombres y engranajes, Sábato escribe: «llegaron al convencimiento de que ‘la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos’, cuando lo que estaba escrito en caracteres matemáticos no era la naturaleza, sino… la estructura matemática de la naturaleza» (Sábato, 1951, págs. 381-384).
Simondon nos expresa que la falla del gesto técnico desfasa al acto técnico, permitiéndonos captar a la physis en su distinción del gesto humano. La potencialidad del devenir sería mucho más rica que la simple virtualidad esquemática humana. La posibilidad lógica no sería más que el reflejo debilitado de la virtualidad de lo real. El devenir impone límites a la eficacia abstracta (2018, págs. 219-220). La exactitud parecería existir solo en el vacío, en el experimento, en la virtualidad; sistemas cerrados, localidad; unidad mágica inaccesible. Retorno a lo primitivo.
Platón concibe a la contradicción de la unidad como una incitación a la inteligencia que nos fuerza a ver lo grande y lo pequeño, distinguiéndola (La República, págs. 233, 524e). Pensemos, no solo a la falla técnica, sino también a toda contradicción o irregularidad en nuestras construcciones, determinaciones o estructuras funcionales como emergencia tecnofánica; realidad técnica múltiple inmersa y dispersa en confusión de unidad. Esta revelación, tras examen, podrá hacer visibles estructuras temporales y relativas que abrazan manifestaciones que creemos o forzamos como absolutas. La falla y la posibilidad misma del intento descubren límites y vulnerabilidades coercitivas para con el devenir, permitiéndonos corregir los márgenes indeterminación. Wittgenstein, en Investigaciones Filosóficas §271, nos deja una frase bellísima que puede servir como proporción indagatoria: «la rueda que puede girarse, sin que con ella se mueva el resto, no pertenece a la máquina» (2017b, pág. 152).
Pensemos, también, a toda manifestación como una proporción de interferencias; interferencias que se suelen repetir en tiempo y espacio, tejidas en puntos que emergen regularmente de forma aparentemente correlativas. Encontrar lo regular en la manifestación podría permitir su reproducción técnica, quizás, en algún punto, imperceptible. Digo; el negro efectivamente oscurece al rojo y, si bien le quita saturación y lo hace ver sucio, en el lienzo, para una mayoría que podemos calcular mediante un desvío estándar, tiene un sabor bastante similar. Sábato, relacionado leyes matemáticas y poder, afirma que el ser humano confunde verdad con poder (1951). No es difícil observar en lo cotidiano supuestos correlativos que, al funcionar, se vuelven verdad. Sagrado. La medida es desvío y la medida del desvío podría ampliar el rango de tolerancia exploratoria o representativa. Dispersión cuantificada.
Podríamos suponer, desde un punto de vista romántico, solo útil para reconocer la importancia de las indeterminaciones, a la técnica relacionada con el automatismo como imitación pitagórica; afirmación del consecuente. Una suerte de resolución primitiva mediante procedimientos que buscan un resultado. En contrapartida, coloquemos a la participación: pertenecer sin negación, propia o del otro; no absolutidad. Tomar parte de algo sin vaciarlo de presente, ser en tensión; proporción justa. (Tao.) Desde este escenario, en estas líneas, propongo comprender la participación platónica como el ejercicio de elementos que se poseen a sí mismos y, a la vez, se comparten, constituyendo una proporción que da posibilidad de pasaje de un término a otro. La proporción comprime relaciones liberando la indeterminación que da acceso a lo Uno; acceso relativo que acepta su incompletitud y lo vuelve fortaleza. Escudo de Atenea: fijar la mirada nos petrifica.
De esta forma, abrazaríamos las interferencias e irregularidades, llevando a cabo un traslado epistemológico de proporciones. La definición, como en cuántica, se daría por un estado de sistema, no de identidades universales perfectas o figuras y fondos que se encuentran a medio camino de la localidad y la no-localidad. Ni determinación teleológica a sobreestimar ni realidades sensibles a desestimar. Lo irrealizable, como inaccesibilidad que permite cierto grado de indeterminación, podría obligar un devenir individuante que penetraría nuestro solipsismo, ampliando el margen de incoerción.
La paradoja platónica parece ser que, en la transposición o traducción de realidades o niveles epistemológicos, sensibles, locales, no-locales, solipsistas, incluso funcionales, es necesaria una unicidad inaccesible que se resguarda para hacer posible toda participación. Interpretamos que la inaccesibilidad de lo Uno planteada en clave parmenídea será, justamente, lo que permite el traslado. Su indefinición permite el juego (de lenguaje) y su transmisión. Integridad. En un acceso relativo, el no-ser se pone en movimiento, manifestándose tecnofánicamente. El juez (matemático) planteado por Platón en la mencionada contradicción de la unidad, parece ser necesario. La realidad se muestra tensional: la ignorancia absoluta da certeza que ignoramos. Sublime.
En su curso Psicosociología de la tecnicidad de 1960, Simondon desarrolla el concepto del carácter auto-constituyente de la tecnicidad. Para ello, ejemplifica con un viajero perdido en el bosque. Para encontrar la salida, el primer paso que dé se convertirá en norma, siendo, el paso siguiente, acumulativo con respecto a este. La norma sería derivada del acto y no una virtualidad previa que actualizar. Todo acto, anómico en su origen absoluto, se valorizaría porque se continúa y descansa cada vez más sobre él mismo. Así, dirá que el gesto técnico es autonormativo en la medida en que es constructivo y que un razonamiento bien construido conserva la evidencia, como una máquina simple que se constituye con largas cadenas de engranajes y de poleas (Simondon, 2017, págs. 105-106). En el MEOT, desarrollará que la técnica comprime realidad humana en objetos y sistemas técnicos; nos pincha una y otra vez con su certeza de que la cultura, en tanto defensa ante la técnica, ignora que, aquello que reside en las máquinas, es realidad humana: gesto humano fijado y cristalizado en estructuras que funcionan (2018, pág. 34). El objeto técnico concreto, aquel que ha evolucionado en relación con su propio funcionamiento, compatibiliza y unifica, a su vez, una heterogeneidad de principios científicos.
En la producción industrial, según el filósofo francés, la totalidad se condensará en una pieza separable, producida con una precisión extrema por individuos técnicos no humanos, alejándose de modos individuales y humanos de intervención y retoque. La pieza, o elemento técnico, es intercambiable, integrándose al todo por su funcionamiento, dilatándose luego en una inmensa red de distribución para, finalmente, ensamblarse en una multitud objetos técnicos. De esta forma, lo microtécnico o nivel de los elementos y lo macrotécnico o nivel de las redes técnicas, se liberan de la escala y producción humana, convirtiéndose en soportes de la tecnicidad y pudiendo evolucionar de forma aislada. Esto concretiza al subconjunto y la población volviéndolos más coherentes y compatibles consigo mismos, dejando, el nivel humano o mesotécnico, en situación alienante. Hoy vemos más que nunca como los objetos técnicos participan en redes técnicas que abrazan al mundo, conformando el medio tecnogeográfico donde nuestras vidas se desarrollan. Simondon afirmará que
no se cambia una red, no se construye una red por sí mismo: sólo se puede conectar con la red, adaptarse a ella, participar de ella; la red domina y ciñe la acción del ser individual, domina incluso cada conjunto técnico. De allí proviene una forma de participación en el mundo natural y en el mundo humano que otorga una normatividad colectiva incoercible para la actividad técnica […] una solidaridad extremadamente concreta, existente instante a instante por el juego de condicionamientos múltiples; a través de las redes técnicas, el mundo humano adquiere un alto grado de resonancia interna. […] la tecnicidad forma parte del mundo, no es sólo un conjunto de medios, sino también un conjunto de condicionamientos de la acción y de incitaciones a actuar.
(Simondon, 2018, págs. 237-238)
Las computadoras digitales funcionan con valores discretos representados por símbolos. Si sumamos 1 + 1, no hay nada físico en la computadora que sea el doble de uno como sucedería en un ábaco o una computadora analógica. El número digital es exacto, no pertenece a la inexactitud del mundo sensible: su proyección se hace desde un encadenamiento de estados no continuos. Temistio, citando a Jenócrates, discípulo de Platón, escribe:
«suponían que la naturaleza incorpórea estaba completamente alejada de la cantidad continua – por cuanto no subsiste en un sólido – y es propia de <la cantidad> dividida. Pues pensaban que una multitud compuesta de verdaderas unidades es de aquella naturaleza, no <una multitud compuesta> de unidades tales como aquellas de las que nos servimos para los cuerpo, ninguna de las cuales es exactamente ‘una’, sino más bien ‘más de una’, incluso más bien ‘infinitas’. Por lo cual llamaban a este número ‘ideal’ (eidetikón), por cuanto está compuesto de Ideas y postulaban estos números como Ideas de las cosas».
(Eggers Lan, 1993, pág. 192)
En el mismo fragmento desarrollará que la línea al ir de uno hacia uno (punto a punto), representa la longitud o primera Díada; el triángulo sumará a la longitud la latitud para conformar la primera tríada y, la pirámide, sumando la profundidad, representará la primera tétrada. Punto, línea, plano y cuerpo. Los números platónicos y su representación parecen comportarse como certezas acumulativas, pasos encadenados que descansan en su participación en lo Uno, el punto. Arriba hablamos sobre la inviabilidad de negar la unidad: necesariamente, al menos desde nuestra epistemologización y más allá de su accesibilidad, lo Uno debe existir para permitir, desde la participación en él, cualquier tipo de diferenciación. El número platónico es digital.
Entonces, pensando a los números ideales como «largas cadenas de engranajes y poleas» que terminan descansado en lo Uno, tal y como el viajero en el bosque, podríamos concebir a los números sagrados del filósofo como autonormativos, participándose como elementos de una red de tecnicidad donde el primer paso es, como hemos dicho, lo Uno. Luz expandiéndose desde lo Uno, adquiriendo la forma de un cono tridimensional. Todo número estará comprendido en él. Continuo artificial; técnica. Conos de luz. Podemos imaginar el cono opuesto partiendo del mismo suceso; negativo, pasado.
Volvamos al presente. Definamos a grandes rasgos el funcionamiento de una red neuronal. Una red neuronal es un método de la inteligencia artificial que utiliza nodos, también llamadas neuronas, interconectados en una estructura de capas que se parece al cerebro humano. Interconexiones que varían «descargas» o pesos para representar, con su combinación, una «salida» con respecto a una «entrada». El primer prototipo, llamado Mark 1 perceptron, fue diseñado por Frank Rosenblatt en 1958 y su finalidad era reconocer imágenes a través de patrones que se ajustaban para reducir su error. Gesto humano fijado y cristalizado en estructuras que funcionan.
Como en el caso del perceptrón, las redes neuronales pueden ser entrenadas de forma supervisada. También pueden analizar grandes cantidades de información de forma autónoma, buscando patrones o conocimientos nuevos (Amazon, 2022). Durante su entrenamiento, una red neuronal será ajustada o ajustará aquellos valores para mejorar su tarea; pesos, incidencias, sesgo o seguridad mínima para disparar cierto resultado, descartando aquellos que no les serán útiles para tal propósito. Estas combinaciones que servirán de medida a futuras entradas pueden entenderse, tal como el número en la interpretación simondoniana, como estructuras que permite la relación de participación. Las activaciones positivas, a través de las cuales se ajustan o crean los patrones, se basan en una eficiencia predictiva relacional, en interferencias proporcionales, no en suposiciones teóricas o largas cadenas de correlaciones científicas. Participación; proporciones de Ideas, interferencias, que dan acceso relativo a lo Uno.
Las redes neuronales están llevando al límite al procesamiento digital que, en estos momentos, se está tornando un limitador para su aplicación o innovación. En «El Futuro de las Computadoras Será Radicalmente Diferente», el canal de YouTube, Veritasium, explica de forma muy didáctica el conflicto de este tipo de procesamiento (Veritasium, 2022). Uno de los puntos centrales es su gran consumo de energía, utilizada mayormente, por cuestiones en el diseño de su arquitectura, en alcanzar la información y no en realizar los cálculos. Luego nos encontramos con que, la famosa Ley de Moore, aquella que expresa la duplicación en la velocidad de procesamiento cada dos años, está tocando un límite físico: el tamaño de un transistor se está acercando al de un átomo. Lo curioso es que los procesos involucrados en la aplicación de redes neuronales consisten, básicamente, en la multiplicación de matrices sin necesidad de exactitud absoluta, sino respetando cierto sesgo. Tecnofanía; desfasamiento del acto técnico: el devenir impone límites a la eficacia abstracta. La exactitud parecería existir solo en el vacío, en su participación con lo Uno, en una unidad mágica primitiva.
Las problemáticas planteadas con respecto al procesamiento digital están alentando la implementación de procesadores de matriz analógicos: dispositivos computacionales muy poderosos, rápidos y de bajo consumo, sin ceros ni unos. Este tipo de procesadores realizan cálculos mediante circuitos eléctricos programables que actúan como analogías de situaciones específicas que queramos computar y resolver. Al tener entradas y salidas de carácter continuo, más las variaciones derivadas de sus componentes, no cuentan con la exactitud de las computadoras digitales. Tampoco con su capacidad actividad multipropósito. Pero se ajustan a las necesidades de las redes neuronales. Actualmente se utilizan de forma híbrida, complementándose, con las digitales (Veritasium, 2022). El futuro parece ser, parcialmente, analógico; manifestación de interferencias en lo sensible. Proporciones. Escalas planetarias comprimidas en roces de bronce en el Mecanismo de Anticitera. Participación.
Hagamos un último regreso a Simondon. Para él, la perfección de la técnica reside en preservar cierto margen de indeterminación en el funcionamiento de una máquina que le permita ser sensible a una información exterior. Una máquina automática sacrifica muchas posibilidades de funcionamiento, se encuentra sobreadaptada para cumplir una tarea; posibilidad futura de desadaptación. El automatismo, dirá Simondon desde su lucha activa por la liberación de las máquinas, posee una significación económica o social más que una significación técnica. (Debemos alejar los números de los comerciantes, aconsejó Platón.) El filósofo francés suponía al ser humano como organizador o interprete viviente de las máquinas, enfatizando que, aún en un intercambio directo entre máquinas, como sucede con los osciladores, deberá intervenir como «ser que regula el margen de indeterminación» (2018, págs. 33-34). Creo que esto mismo observamos en el entrenamiento de las redes neuronales.
La supremacía del número digital, lo exacto, que ha progresado desde su desligamiento de lo sensible, está llegando a su fin. Platón nos recuerda que hay dos tipos de perturbaciones: una al trasladarse de la luz a la tiniebla, y otra de la tiniebla a la luz (La República, págs. 225, 518a). Tal vez es el momento de encontrar un punto medio en el camino. Tal vez las sombras o las figuras detrás del fuego cuantifican el acceso en una desviación estándar. Tal vez, ese juez necesario en casos de una contradicción con respecto a la unidad, lo es constitutivamente. Y, tal vez, esa mediación sea, en breve, realizada por la tecnología.
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