Siempre hay una excusa para hablar de Filosofía

Clase de anatomía (c. 1890). Fuente.
Se ha dicho y analizado hasta el hartazgo: ¿cuán diferente era un salón de clases en 1890 a uno de nuestros días? Considero que hay metodologías y ocupaciones del espacio que ya no van más.

Metaestable

Cuando cursaba mis estudios secundarios solía no prestar atención y dibujar en silencio mientras la clase transcurría. Como casi cualquier adolescente, utilizando conceptos simondonianos, me encontraba en estado metaestable.

Fue en una de esas clases donde una frase y, sobre todo, un tono, llamó mi atención: «es tan impresionante lo que dice Descartes, chicos», afirmaba en estado vehemente la docente. Ella, Any Rosso; la materia, Filosofía. Levanté mi cabeza y noté fuego en sus ojos; fue un camino de ida. En un primer momento pensé que se había vuelto loca. Nunca había prestado mucha atención, hasta ese día, a las clases. Las formas de la docente hicieron que levante la cabeza y comience a escuchar, escuchar de verdad.

Clase de anatomía (c. 1890). Fuente.

Cuando terminó la clase, se acercó a mi pupitre y me preguntó: ¿Qué estabas haciendo? Mi primera reacción fue cerrar la carpeta para ocultar el dibujo y largar un poco efusivo nada, nada. Retrucó: de verdad, ¿qué hacías? ¿estabas dibujando? Afirmé sus palabras con cierta frustración. «Hagamos una cosa: en cada clase podés hacer un dibujo sobre lo que estamos hablando y al final lo compartís con tus compañeros». Si; «está loca», pensé, pero me sentí en luz. Desde ese momento esperé cada clase con ansias y amplié mis lecturas sobre el tema. El tiempo paso y, cuando tuve la posibilidad de elegir que estudios continuar, no dudé: Filosofía. No había segunda opción.

Con el tiempo pensé: no hay malos alumnos. En todo caso, métodos incorrectos.

Finalmente, no pude cursar mis estudios universitarios por demasiado tiempo; incluso el acceso a materiales y cursadas eran un impedimento. Pero… el fuego seguía quemando bajo las brasas apagadas: este año, tras quince años desde la última vez que pisé una universidad, pude retomarlos, al menos por el momento y gracias a la virtualidad.

¿Qué te dará?

Tiempo atrás, les comenté a mis hijas sobre unos conceptos de física cuántica que me habían parecido interesantes. “Papi, a vos todo te parece interesante“, dijo Emilia, la menor. Tiene razón. Intenté buscar analogías de lo cotidiano, juegos y personajes de los dibujitos para una explicación improvisada. En un momento una de ellas dice: «¡superposición!», seguido de una posición de superhéroe para cerrar la idea con «¿Qué te dará, que te dará?». No lo sabía, pero estaban trayendo a copresencia un episodio de los «Jóvenes titanes en acción».

La conversación siguió y supieron poner en palabras propias, con total claridad, mucho de esos conceptos. Sin dudarlo, decidimos ver el episodio juntos. En ocasiones, pausábamos el capítulo para realizar acotaciones, tanto ellas como yo. Tal vez, la complejidad de la abstracción no fue completamente captada, no lo podría afirmar.

Pensé: no hay malos alumnos ni conversaciones o conceptos que un menor no pueda captar. En todo caso, podría haber métodos y enfoques incorrectos. La cantidad de videos y variedad de explicaciones crece y se multiplica día a día. Solo hace falta una búsqueda en YouTube para darnos cuenta y encontrar el que mejor se adapta a nuestra continuidad de inteligibilidad e identidad.

Titanes en acción. Superposición.
Titanes en acción. Experimento de Young o de doble rendija.
Titanes en acción. Experimento mental del gato de Schrödinger.
Titanes en acción. La medición.

https://www.youtube.com/watch?v=Keaa4hOWnzU

René Eilish

René Eilish. Arte digital.

Por esas vueltas del algoritmo sonó por mis parlantes una voz, por momentos sombría, que atrapó mi atención en su primera guturación. Esta voz, sobre una de esas bases hipnóticas que te hacen, mínimo, balancear la cabeza arriba y abajo, derecha e izquierda, repetía una y otra vez:

I’m not your friend or anything
Damn, you think that you’re the man
I think, therefore, I am.

«Stop, what the hell are you talking about?» Dos veces para la izquierda. Cargando… Si, decía «I think, therefore, I am». Como muchos sabrán, la artista en cuestión es Billie Eilish. Busqué información sobre ella para ganar contexto y fui a mostrarles sus canciones a mis hijas. Les gustó. Al pasar dije: ¿saben que esas palabras también forman el cogito ergo sum? Mirada atónita. Volvía mi docente de la secundaria. Ella y Descartes, entre nosotros; copresencia. Fue entonces cuando, efusivamente, les dije: «es tan impresionante lo que dice Descartes, chicas». Dice. Ahora, acá, allá; en cada algoritmo, en cada hoja, en cada golpe de martillo, en cada paquete de papitas.

Tal vez pensaron que estaba loco. No lo sé, solo sé que siempre hay una excusa para hablar de Filosofía. O, mejor aún: siempre hay una excusa para hablar de Filosofía apasionadamente. Hoy creo que no hay malas, indiferentes, displicentes o cualquier adjetivo peyorativo que quieran ponerle, alumnas o alumnos. En todo caso, métodos incorrectos; estímulos que enmascaran el fondo y lo aíslan.

Ya pasó tiempo de ese momento y, en un poco más de mes, mi hija menor hará su cumpleaños tematizado con Billie Eilish y ambas, tal vez desde cierta insistencia en mi interacción, saben la importancia de hablar de Filosofía. También saben que para eso no se necesita leer muchos libros: podemos filosofar desde lo cotidiano.

Podemos filosofar desde canciones, videos, superhéroes, dioses, Disney o Barbie. Insisto. No solo podemos, sino que tenemos que filosofar; sacar el pensamiento de su continuidad encasillada y aplicar los patrones que creemos ajenos, a la espacialidad. El sesgo es muy grande y la relación de conceptos que creemos en diferentes mundos, muy estrechos.