Fatuo pensar

Hace semanas senté un gran espejo delante de mí y lo perturbé con estúpidas preguntas. Pasé días y días sin conseguir respuestas de su parte.

Hoy no pude acarrear más la situación, su silencio era demasiado para mí. Sentí amenazante su mirar, mis manos comenzaron a sudar de modo sustancioso y, mientas perdía la capacidad de fijar la vista, cerca al desmayo, exclamé con vehemencia:

– ¡Que sabes tú! ¡Dime quién eres para respaldar tu ignorancia con un simple y jactancioso mirar! ¡Nada sabes! ¡Nada!

De pronto el antiguo espejo cae ruidosamente, desintegrándose en el piso, dando por terminada una tarde homérica.  

Bienaventurado aquél que razona para descubrir que no puede razonar; tarde o temprano uno se da cuenta que cuanto más sabe, menos hay de cierto en sus razonamientos vanidosos y primitivos.

El moho se adueña de la realidad.

Creo que es hora de dejar de pensar en avanzar como excusa para no sacrificar la bestia que nos reconoce como padres.

¿Federico? Despierta, el tiempo ha pasado, será mejor que tomemos un respiro.


© 2006

  • Etiquetas: