El viejo grifo

El silencio comienza a hablar demostrándose así inexistente. Los tabúes se parten en él, ¡sus propósitos para conmigo son tan crueles!

El viejo grifo al saberse accionado demostró una vez más sabiduría y me pregunto: ¿la sabiduría deviene del acto que la concibe o del ojo que la construye?

Al abrirlo comienza a golpear violentamente contra el metal, le otorgo mayor potencia a su caída y en segundos se estabiliza, permitiéndome regular su caudal a un simple hilo en armonía.

Así actúan mis fantasmas: al no escucharlos comienzan a crear más y más ansias, a devorarme con sus voces y movimientos imperceptibles.

Al cabo de días sintiendo su presencia deciden perturbarme hasta el insufrible. Harto de la situación los escucho y en ese preciso momento parir el delicioso fruto: la obra. Entonces mi ser interroga: ¿acaso esto es lo que buscamos?

Mientras exhausto descanso dócil y aglomerado, puedo observarlos admirar mi despojo de ansias con una sonrisa perversa y satisfecha: ¡sabíamos que podías hacerlo! Carajo, ¿hace falta el trago amargo para su goce?

Decía una voz oriental: los demonios son los miedos internos, ¡me oui!, ¡atormentado pecador! ¡En tus manos llevas las posibilidades y en tu necesidad de logros se encuentran los demonios! El artista es un mensajero de su propio ser. El mensajero, no es importante.

El refrigerador finaliza su monólogo, es hora de descansar en el vaivén de los folios. Razonar es el infierno que nos regalan.


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