La gota

Hoy me fundí en la gota de agua que descansaba en la tira de tu malla secando boca abajo en el tender; la noté por el reflejo que la preñó de luz entre cantos de grillos, motores yirando y el humo en escalera que colmaba un globo aerostático de luciérnagas; estrellas. La luz le dio cuerpo, desvaneciendo su transparencia, para hacerla presente entre tanto espacio vacío.

En unas horas, seguramente, nos pedirás acurrucarte entre nuestros sueños; descansos de lo cotidiano que esperan agazapados el momento cuando. Entonces te hablaré de aquella gota. Diré que, en realidad, no tiene luz y que el brillo en nada cambia su naturaleza, siquiera en cuanto la belleza que le reconocimos; fuimos nosotros quienes lo construimos. Con esto intentaré explicarte que la luz es alivio para quienes temen la oscuridad, dándole el consenso necesario para erigirse frente a lo oscuro como diferente y estimulando su percepción. Intentaré ejemplificar que, aun cuando todos te manifiesten en penumbras, debes recordar que la gota siempre fue gota y la luz un amuleto para quienes no supimos apreciarla por vivir entre nieblas.

Somos gotas; somos canto.

(2019)