Noción 1: Levedad

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¿Desde que el homo fue erectus o antes de eso fue que comenzaste a habitar en algún lugar de su ser? ¿O es que Ud. es uno y no más? Acaso: ¿con cada concepción se divide en más y más partes? ¿O cada una de ellas es un nuevo rostro que desea aportar a la incertidumbre de nuestra identidad? ¿Existe un alma o existe un pensamiento de ella? Si pensar y ser suele ser lo mismo, ¿el alma se piensa y crea? ¿Así comienzas? ¿Será que tu existencia comienza cuando comienzo a necesitarlo?

Te veo muro interminable de uniformes ladrillos, tan civilmente colocados y pienso en tu constructor: ¿quién planeo que, en estos momentos, te esté observando; esté especulando acerca de tus accidentes, de tus celestes y de tu silencio? Sellas tus voces para que no sean escuchadas. ¡Tanto has de decirme en ese silencio! Tanta realidad emerge de mis conocimientos, de sus mezclas, de sus quimeras, de mis ignorancias. ¿Acaso hablas de lo que no puedo ver? Tal vez, con ese insolente silencio, ¿me entregas la sabiduría de callar, de ser uno con lo inmutable?

El silencio se desvanece en mi mente, te escucho hablar. Te palpo, me entregas rugosidad. Se produce el desmayo, me fusiono en la dermis. Ensordecido, comienzo a oír tu voz y mi visión se reduce a tu nebulosa.

Así habrán de sentir sus hijos en la gesta. Pero, ¿quién dice que ellos sean ?, ¿quién que son partes? En tu silencio radica la misma insolencia, ¿cómo te atreves a no actualizar tu acto a mis sentidos?

Puro amor, pura acción.

Tú, que verbo eres. Tú, que aún no utilizas esta comprensión: ¡cuán pura es tu verdad, cuán poderosa tu voz! Cuántas melodías tomas en mi mente inaudita, ¡en lo oscuro y en la luz!

Los ojos sangran propia savia; mis puños, cerrados, se abren paso en el aire que rodea mis rodeos, ¡puedo palparte en mi pre-imagen!

Si alguna vez en las existencias. Si, solo en una de ellas, hubieras escuchado lo irracional en mi silencio; tantos mensajes indescifrables perdidos en mí y la desarticulación lingüística. Si, tantos mensajes que gritar, ¡para despertarte!, para que no te alejes. Así, como mis sentidos: atorrados, mudos, fascinados con una simple pared.

¿Simple digo? ¿Simple? Veo más que eso: veo mi fusión. Y, ciertamente, no soy yo, tampoco ella ni ninguno de los dos. Será que eso que dicen que llame alma no está en su lugar. Será que no se encuentra. La rugosa pared lo indica. La luz, que tibiamente entra por mi ventana, lo demanda. Este cielo, que hoy se abre hacia mí, lo ilustra.

¿Aún hoy pensamos al homo como sapiens? Fatal ironía de mi existencia. ¿Dónde lo perdí?, ¿qué voz, que debí ignorar, he escuchado hablar? ¿Dónde comienzan tus laberintos, insigne reflejo? ¿En mis ojos o en tu existencia?

Acabo de ver a mis fantasmas. Ya no en espejos; en mi mente habitan imprudentes. Y en tu realidad y en tus momentos y en tu luz y en tu oscuridad.

Estamos inutilizando el alma, ¡fatal hipocresía! ¡Aquello que te hacia noble ahora lo destruyes! Esos tesoros, que concebiste como tales, solo se bastan a sí mismos y tu necesidad de gestarlos los eliminan; los hace un irreal, un imposible, una incoherencia. ¿No distingues mis silencios azules, brunos y albos en su expresión máxima?

Mi ser se encoge. Mirando al vacío con los ojos obstruidos y, aún sin ellos, en estado latente. En perfecta temperatura, en tu vientre puro, en mi vientre escaso, en tus silencios ineludibles. En tu verbo incorregible, en tu amor. Tu amor, ese donde aprehendimos el alma.

¿Acaso lo sientes? Solo advierte mi resonancia y, si así lo necesitas, júzgala; sin embargo nunca podrás usurpar eso que es mío desde esa pre-imagen, esa que no necesitaba actualización para ser profesada. ¡Si aún vivo en ella! Si, aún soy un niño. Si, aún no lo soy. Si, aún estoy por ahí, con una suerte de anestesia total. Si, aún no reconozco las voces, aún no las necesito.

Expláyate con esa suerte de incoherencias, entrega a mi sensibilidad tus voces, explícame: tu tristeza; ¿emerge de su fonética, del impío y dulce gris, del estremecedor sonido de las lágrimas al arder o de tus vivencias en todas y cada una de ellas?

No. Tu rostro no deseo dividir. Tu dicción no quiero repetir para convencerme de la existencia. ¡Tú lo obligas y mi
libertad termina cuando me enseñas a necesitarlo!

Solamente quiero brillar en ti y habitar en mí, rugiendo al salir.

Dulce preludio, escucha la mordaz melodía que has de disfrutar: azul es el mar y negras las olas de este infierno gris. Búscame atrapado en un laberinto infranqueable, sorteando momentos de sediciosa levedad.

-Te amo noble criatura, en ti radica mi amor.


© 2005