El atormentado pecador

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Los colores y la voz me sacaste, amor; la flecha perforó en cuerpo erróneo. El combustible escapa a la fórmula del agua de la misma manera que el oxígeno le pertenece eternamente en una dupla veraz.

Hay tantas razones rodeando las inertes irrazonabilidades de la razón que es imposible buscarle una explicación. A veces pienso que es un simple mecanismo para escalarnos en el tiempo. Otras veces que es un don divino que se posiciona en la espera del momento cual parece ser correcto. En algunas ocasiones siento que es una construcción para compartir el no-deseo y en otras que es un contagio de sumisión hacia el narcisismo del instinto a sobrevivir.

Hoy te hablo a ti, ángel que con arco y flecha haces el amor y no la guerra; ¡atención! no al que evocan para llegar a sueño profundo las damiselas de extintos cuentos paganos sino a aquel que no las deja dormir, aquel que no entiende de razones y trabaja como un espectro interno en los sentimientos. Aquél que llora sin tener recipiente donde retener las lágrimas, aquel que frunce el ceño sin tenerlo, el que pena su corazón extirpado sin aparente razón alguna.

Tu aureola aún brilla, aún existe la pujanza hacia tu no-inexistencia, aún sueñas con la utopía. De rodillas te presentas a mí pidiendo clemencia por provocar empuñar fría vehemencia en cálidas manos, por desatar tormentas y maremotos en ríos parsimoniosos.

Corres desesperado tu flecha, ¿busca guerra o amor en su destino? -¿no es acaso lo mismo?-. Dímelo, tú que ojos extrajeron de tu facción. Dímelo, tu que lloras anunciado océano.

¡Mírate, engendro! ¡Alas tienes y te revuelcas por el piso!

Tu ceguedad no te deja ver la luz, tu mudez no te deja conocer el cielo, tus oídos blasfeman acciones desconocidas y provocan esa cirugía a corazón abierto en busca de algo que ya no se encuentra en su sitio. Tú decides manso, mientras tolero el dolor rajante de mis elecciones.

Me enseñaste, a mar y lluvia, lo que es no ser amado, rechazar el rechazo, a provocarlo, a odiarte, a odiar el amar y el mar. Me enseñaste a perderme en pensamientos colgados como marcos vacíos esperando el instante de sentir el frío de la pared, el calor del sol en una mañana austera, los sueños de noches de veranos, los florecimientos de primavera.

¡Gabriel si has de existir! ¡Jehová si has de existir! ¡Alá si has de existir! ¡Zeus! Si han de existir en su eternidad llevarían el mismo nombre. El innombrable, el imposible de conceptuar, el todo, la fuerza que atrae a los opuestos creando una sola sustancia, afirmando su negación, ¡la refutación es la verdad, la pregunta la respuesta!

La verdad reside en ser un irreal y el ideal en el prejuicio de mentes afligidas; un dolor que se crea a sí mismo para alejarse de la naturaleza.

¿Ves, noble animal? Soplo una nueva irrealidad: tus cimientos afectivos no son más que fantasías convertidas en caprichos de sed eternales, ¡vive tu eternidad! ¡Vive la eternidad del momento en que son! Al ser, escapan de los límites, convirtiéndose en lo que no buscas.

¿Narciso? ¿No eres el más preciso de todos los pensadores? Pensador –no reconocí tu aroma-, ¿no eres el que se enamoró de su reflejo? ¿De su propia visión?

Infecta tus llagas con mi piel y ensucia tu moral con alba pureza.


© 2005