Entre los vestigios de occidente se puede observar la mutilación del ser individual para la conformación de un ser común, un ser-semejante.
En nombre de la normalidad se vierte totalmente manipulable, moldeable y predecible al individuo. En ocasiones, de forma inconsciente, esperamos la orden de presionar la tecla correcta, o, mejor dicho, escapar de presionar la incorrecta. Esta presión es inducida a través de leyes, moral, estética, pertenencia o cualquier otro método de control que nos lleve a seleccionar algo que, tal vez, esté lejos de nuestro Ser-deseo.
Vemos a la Política como un ente que viene a relevar la conciencia social del Ser, dejando escapar que, si el individuo no está preparado para accionar de forma “correcta (no-nociva para el todo)”, la Política tampoco lo estará y, si la medida de la vara no es correcta, nunca la sábana tapará los pies y la cabeza.
Hay que recordar que cuantos más fuertes son las bases, más difícil es de derribar un edificio. Ya lo ha dicho Nicolás: “Quienes por virtud llegan a ser príncipes, adquieren el principado con dificultad, pero lo mantienen fácilmente”.
No hay que evitar la guerra, sino que ésta debe ser silenciosa, respetuosamente afable e inquietante.
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