Como un hilo a punto de cortarse; resistiendo el crecimiento de dos ramas; ajado a efecto y secuela de soportar el frío, el viento, el calor; tiempo. Como un hilo reseco al sol se encontraban mis pensamientos esa tarde; como un hilo reseco al sol se encontraban los pensamientos de todos, esa tarde.
Nuestras miradas se perdían buscando aire en el cielo a través de banderas que, espoleadas por soplos de otoño, nos tensaban los músculos e hinchaban las venas. Venas que, ganando tamaño con cada grito, transparentaban la piel, asemejándose a la vista de las extremidades tímidamente cubiertas por sábanas. Sábanas donde descansaban los representantes apaciblemente antes de observarnos por la ventana. Ventana que consagra a sus habitantes el último bastión histórico de los designios de dioses devenidos en faraones, reyes, dictadores, presidentes. Todo aquello que es elegido, más allá del método, cultiva mitología; delirio, furor. Somos elección; hilos, venas, sábanas, ventana.
Nosotros, mendigos de voz mendigando dignidad a quienes prometían oír, habíamos poblado la plaza. Desde lo alto, los silencios se despertaban de sus promesas, esas que entretienen las revueltas, calmando las aguas y mezquinando esperanzas según el ciclo de la rueda; equilibristas del poder, titiriteros de las necesidades.
– Esto solo puede seguir en pie por la ignorancia y tendencia hacia la persuasión del occidental promedio -dijo, moviendo de incognito la cortina con el revés de su mano derecha -, era hora que suceda.
– ¿Y qué haremos?
– Nada… El sol sale para todos: simplemente hablaremos con sus nuevos representantes.
– ¿Acaso los tendrán?
– Si, siempre se mendiga futuro y jerarquías.
2019