No cesará la práctica de la autodestrucción del constructor hasta que el síntoma de desvalorización del ser cambie a uno de renacimiento y valorización, dejando atrás el mero utilitarismo como medio de control de las creatividades.
El actante necesita salir del cobijo del autoboicot, dejar de esconderse en su gran sombra, realizar acciones liberadoras y crecer; el arte puede – y debe – ser interventor del sistema y no un símbolo intervenido. La diferencia radica entre esconderse por temor al no reconocimiento – evitar la frustración – y esconderse para impostar el mensaje en lugar del mensajero.
El ser necesita salir del fantasma de la autoexclusión frustrada y crear una sociedad unificadora a plena luz del día. Debe dejar de unirse en guetos exclusivos que solo dilatan la muerte y dosifican de su revolución por querer ser «Él del momento justo» y no uno más de la cadena; pez grande en estanque pequeño. Hablo de salir del Sherwood creativo donde se oculta por temor a la frustración de ser masa de otro sin plasmar su masa.
Debemos comprender que, si nunca apoyamos el pie por temor a caer por nuestro peso, nunca comenzaremos a caminar. El artista que dice representar el ideal de la igualdad y revolución y no hace nada al respecto, no es más que marioneta, comerciante en el sistema de valores jerárquicos.
© 2007
Nota: La revolución y el sistema deberían de plantearse intentar entender al otro; necesitan un mutuo intercambio de humildad e intento de unión. Los movimientos libertadores actuales se autoexcluyen, tendencia que crea grupos de selección, por ende, posibles mercados nuevos exclusivos; jerarquías. El sistema que buscan atacar les ha preparado un ecosistema para engullirlos silenciosamente.