Hoy recalé en mi sien con pensamientos que vertían de tu cabellera adormecida, noté que suelo colocar como eje de mi vida y des-vidas motivaciones nacidas desde y para mi persona; egoísta. Si no lo fuera, no sería; sin; mi vida.
Noté que enceguezco con cada acción y cada gesto en primera persona; esto no me hace feliz; esto no me hace. Noté que colocarme como fin último no es más que más de lo mismo, siempre recayendo en tristes historias, que me apasionan, que siempre terminan; mal. Noté que ser feliz no es.
Entonces, recorriendo suavemente tu silueta con las yemas de mis dedos, disfrutando del escalofrío que esto provoca a tus entresueños, descubro la verdadera razón, el motivo discordante, ese que convierte mis amadas tristezas y vicisitudes lúgubres en luz y calor, en paz y armonía – como cual milagro escondido en labios y manos -; ese que me enseñó a amar de una forma diferente y eterna, ese que no es otra cosa que mi Ferenike, mi auténtica imagen, mi espejo; desnudo.
He redescubierto el eje de mis días, el que nunca tendría que haber dejado de adorar; mi vida, amor, cielo. Mi última imagen, el «más perfecto» y exquisito espejo en el cual quiero verme reflejado, tus ojos, mi devoción. Tu pelo.
¡Lo tengo en mis manos! ¡Gozo del precioso regalo celestial de deleitar mi visión cada día con ese demandado velo! ¡Si! ¡Conozco el rostro del señor Jesús el Cristo! ¡Puedo probarlo! ¡En ti lo he descubierto!
El cielo es el recuerdo que perdurará después de nuestra muerte, entonces, crearé un cielo de este momento, una fotografía de tus gestos; el ciclo interminable de tus cabellos.
Tu simple enarco es un dulce bálsamo de rosas y majestuosidad, creo que lo habría creado – tal vez hubiera matado por solamente soñarlo – así, tan natural. Déjame saborear tu cielo en mágico ritual, tres tenues luces y tu cuerpo entero dispuesto a amar.
© 2007
Nota: Cuando los estuarios se incineren y sequen, desenfundaré mis ojos solo para verte sonreír.